Dos décadas atrás, el imperio junto a sus lacayos internos y externos, asestó el primer golpe mediático de la historia, para luego recibir una contundente derrota a manos de la unión Cívico-Militar.
Jimmy López Morillo
Horas de asalto y secuestro, de traiciones en las puertas, de pezuñas afiladasarmando oscuranas, perfumando su estiércol en el mensaje disociador de sus sicarios mediáticos. Montando la trama para la artera puñalada.
Aquel abril de 2002, comenzó en realidad el 6 de diciembre de 1998, cuando el comandante Hugo Chávez conquistó la Presidencia de la República con abrumadora votación popular. En ese momento se iniciaron las conspiraciones para truncar la mayoritaria decisión del pueblo.
Poco tardó Chávez en dejar claro que no sería otro rastrero mandatario postrado ante el imperio. El llamado a Constituyente y la aprobación, también por inmensa mayoría, de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela lo refrendaron. Así se fue alimentando el caldo de cultivo para la conjura, en la medida en la cual las decisiones afectaban los intereses de las minorías privilegiadas y al imperio que hasta entonces actuaba como dueño de nuestro territorio.
Para el 2001, los rumores se intensificaban. Cartelizados, los medios de comunicación se desbordaban en su basura distorsionadora. A mediados de ese año, en una reunión cerrada en el Palacio de Miraflores –preparativa para la juramentación de los Círculos Bolivarianos-, uno de los asistentes le comentó sobre el “ruido de sables” y la angustia al ver televisión, escuchar radio o leer periódicos. Con su sonrisa de sol y mares, Chávez nos envolvió para soltar: “Quien no quiera angustiarse, que no vea televisión, no escuche radio ni lea periódicos”. El general Manuel Rosendo, seguramente ya afilando la daga traicionera, se encontraba a uno de sus lados.
El 10 de diciembre, los empresarios efectuaron un paro nacional –a medias-, mientras los medios seguían atizando el fuego en contra del Gobierno.Para enero de 2002, la situación se ponía cada vez más tensa, siempre con los mercenarios mediáticos como punta de lanza de la derecha, mintiendo descaradamente. El Movimiento Popular, entretanto, a través de sus distintas organizaciones se activaba, especialmente en los barrios.
Para marzo, hervía la calle. En los barrios, las organizaciones populares armaban las barricadas de la conciencia. La derecha, en posesión de los medios de comunicación, difundía sus miserias aquí y en el exterior, con su campaña en contra del presidente Chávez, la Revolución Bolivariana y el pueblo, exacerbando el odio. A fines de ese mes, comenzaron las vigilias. En Miraflores, se instaló una tarima, a la cual acudían cientos de personas las 24 horas del día.
El 6 de abril se hizo pública la alianza contra natura entre Fedecámaras y la Central de Trabajadores de Venezuela, ungida por la jerarquía eclesiástica que, una vez más a espaldas de Cristo y al servicio de los intereses más perversos, avaló la masacre por venir con el sacerdote Luis Ugalde, rector de la Universidad Católica Andrés Bello, levantando la mano a los conjurados. Ese día, llamaron a un paro nacional.
11-12-13
Los sediciosos, convocaron una marcha para el jueves 11 y no escondieron ya sus garras.
La enceguecida multitud opositora, fue enviada a una marcha sin retorno. En puente Llaguno, las mujeres revolucionarias, con sus pinturas de labios nos coloreaban mejillas y frentes “por si acaso ellos pasaran…”, sin imaginar la emboscada urdida en laboratorios imperiales. En las azoteas de algunos edificios, los francotiradores dispuestos por el liderazgo opositor para la matanza indiscriminada de uno y otro bando. Los muertos cayendo a nuestro alrededor.
En el abominable guion elaborado por los golpistas, previamente el general Enrique Medina Gómez había grabado un video “condenando” las muertes que todavía no se habían producido, pero ya estaban en su criminal contabilidad, justificando las traiciones, las del general Efraín Vásquez Velazco, comandante General del Ejército; del propio Manuel Rosendo, encargado de ejecutar el Plan Ávila, entre otros.
En Llaguno, quienes allí estábamos en medio de la balacera, o desde otras partes del país, del mundo, asistíamos al primer golpe mediático en la historia de la humanidad, pues caídas las caretas, los dueños de los medios se erigieron por mandato imperial en líderes de la sangría.
El llanto. El reclamo desconsolado del joven camarada, con su vetusta escopeta en esa amarga madrugada: “¡Chávez no ha renunciado! ¡Vámonos a Miraflores a seguir combatiendo!”. La clandestinidad en puertas. La autojuramentación de Pedro Carmona Estanga que solo veríamos días después.
Aquella tarde del 12-A: “Coño, el pueblo está resistiendo. Esto no se ha terminado”. Los mensajes en clave de la madrugada del 13-A: “Hay fiesta esta tarde, camarada”. “La parrilla es a partir de las 2 de la tarde”. “Se alzaron la guarnición tal y cual”. Las conchas armando resistencias. Los dedos echando chispas sobre las teclas montando comunicados en contra de la dictadura. El pueblo, con su irreversible caudal, fluyendo hacia Fuerte Tiuna y Miraflores, en Caracas. La huida despavorida de quienes apenas horas antes brindaban pisoteando la imagen de Bolívar. Chávez aterrizando esa florida madrugada en el Palacio ya rescatado. La Patria recuperando la sonrisa.
Y el Movimiento Popular, épico, asumiendo un protagonismo irrebatible.
Rol decisivo
El diputado a la Asamblea Nacional Rodolfo Sanz, no duda en afirmar que “ciertamente, el Movimiento Popular desempeñó un rol decisivo en los acontecimientos de los días 11, 12 y 13 de abril. En primer lugar sirvió de muro de contención de la estrategia operativa de la derecha de asaltar Miraflores como centro del poder. Fueron actores de ese Movimiento los que a riesgo de sus vidas frenaron la avanzada reaccionaria. En el segundo momento, las fuerzas populares se activaron para motivar al estamento militar a asumir la defensa de la Constitución, exigiendo el retorno del presidente Chávez al poder. Sin esta movilización, se hubiera retrasado este evento. Y luego, la presencia en torno de Miraflores, bajando desde los barrios para presionar la rápida presencia del Comandante, resguardando el espacio de poder que le había otorgado por libre voluntad”.
El también ex Ministro del Poder Popular para las Industrias Básicas y Minería, recuerda que en ese momento él formaba parte “del Comando Político de la Revolución creado por Chávez. En horas de la mañana, estuvimos en la casa de Aristóbulo (Istúriz) organizando el plan de despliegue de los cuadros del PPT. Luego me trasladé hasta Petare a arengar a las masas, frente al gran muro y propuse la organización de una marcha hasta Miraflores, que se dio más tarde. Después, me trasladé hasta Miraflores donde se estaba concentrando el pueblo, allí me quedé hasta que llegó el Comandante. Desde allí avisé a Aristóbulo que se trasladará al Palacio”.
Con una militancia revolucionaria de más de cuatro décadas, el parlamentario mirandino subraya que “la historia de lucha del Movimiento Popular en Venezuela ha sido larga y fructífera. Siempre el movimiento estudiantil jugó un rol de vanguardia, así como los pobladores de los barrios, campesinos, trabajadores, recordemos las luchas de los textileros, los cañizos de palo quemado en Yaracuy, los movimientos de pobladores por techo propio en la década del 80 del siglo 20, en la ciudad capital. Los niveles de organización popular siempre fueron ascendentes, una organización entroncada con las vanguardias de izquierda que contribuyeron a su ideologización permanente. Este protagonismo histórico se expresó con fuerza en la defensa de la Revolución Bolivariana, reforzado por todo el proceso constituyente desatado por Hugo Chávez, ferviente creyente de los poderes creadores del pueblo”.
“Desde luego que la Revolución Bolivariana y el sistema de democracia participativa y protagónica aumentó el nivel de politización y organización del Movimiento Popular, transformándolo en un verdadero poder popular. Ha cambiado en sus mayores niveles de organización, politización e ideologización, conquistando espacios de decisiones en los cuales se escucha la voz del pueblo y se realizan como nunca antes sus anhelos y expectativas. Uno de los aspectos más trascendente del legado de Chávez es, precisamente el protagonismo dado al poder popular, como antídoto para evitar la burocratización del Estado Bolivariano”, finaliza Rodolfo Sanz.
Papel determinante
En la misma dirección apunta el igualmente diputado Miguel Benavides, quien resalta que “el Movimiento Popular jugo un papel determinante el 11 de abril de 2002, el pueblo organizado, a través de los Círculos Bolivarianos, creación del presidente Hugo Chávez, así como de otras organizaciones, dio un aporte clave en todo aquel proceso y lo sigue dando. El Comandante, siempre estuvo consciente de la necesidad de contar conun pueblo organizado como base fundamental en la defensa de la Revolución Bolivariana”.
Benavides, hoy miembro de la Comisión de Comunicación y Participación Popular de la Asamblea Nacional, rememora que para aquella fecha, “al tener conocimiento de la convocatoria golpista desde Chuao hasta Miraflores, desde Guatire me movilicé hasta Caracas y un grupo de compañeros nos fuimos en busca de
elementos necesarios para la defensa del proceso: el camarada Rodolfo
Sanz, Ali Díaz, Carlos Azpurua, entre otros, después me trasladé al Ministerio de Educación, estuvimos en el despacho del camarada Aristóbulo Istúriz. Ya consumado el golpe de Estado, nos concentramos en la casa del mismo Aristóbulo, para definir un plan de defensa y rescate del gobierno, convocando al Movimiento Popular a la calle , pues ya teníamos la información tanto del secuestro del comandante Chávez, como de la existencia de soldados patriotas fieles al proceso revolucionario”.
Revela el asambleísta que entonces se distribuyeron responsabilidades para “el Área Metropolitana de Caracas, el oeste, los barrios de Petare y gente que llegaba de Guarenas, Guatire. A mí me correspondió movilizarme el 13 al este, agitando desde muy tempranocon megáfonos. Cuando estuvimos unas 200 personas en el muro de Petare, partimos inicialmente rumbo al rescate de Venezolana de Televisión, pero cuando llegamos cerca del Centro Comercial El Marquéz nos dieron la instrucción de seguir rumbo a Miraflores. Al pasar por la plaza Altamira, los golpistas que se concentraban allí habían huido. Finalmente, llegamos a Miraflores, ya éramos más de 50.000 persona que veníamos del este, llegamos cerca de las 8 de la noche y se habían concentrado miles de otras partes de Caracas en la puerta de Miraflores. Allí estuvimos hasta el retorno del Presidente”, concluye su relato Miguel Benavides.
Pueblo consciente
Al igual que otras organizaciones capitalinas, la Coordinadora Popular de Caracas, en la cual confluyen grupos de distintos sectores de la ciudad, también tuvo presencia en los acontecimientos que marcaron aquel abril y William Gudiño, uno de sus dirigentes, sostiene que debe hablarse del “pueblo consciente, organizado y movilizado”, como “otra manera de describir al Movimiento Popular, sin el cual ninguna revolución es posible, dando al traste además con aquella definición postmoderna de ‘los Movimientos Sociales’, donde se inculca que no somos políticos”.
Relata que “la Coordinadora Popular de Caracas jugó un papel en la primera línea de resistencia al fascismo de aquel 11 de abril y los días previos. Muchos meses antes, integrantes del Movimiento Popular nos reuníamos en el salón Andrés Eloy Blanco, dentro del Palacio Municipal de Libertador en Caracas, e incluso, el propio 11 tomamos como centro de operaciones la oficina del alcalde Freddy Bernal, obviamente con su anuencia y compromiso”.
“Es cierto que las grandes mayorías se movieron desde el dictado de sus conciencias por toda Caracas y específicamente a Miraflores, a proteger al comandante Hugo Chávez, pero desde la vanguardia popular de aquellos días logramos incorporar a un grupo importante de camaradas, vistas las intenciones de la derecha que anunciaba lo que venía, un intento de golpe de Estado fascista”.
Continúa apuntando que “ese 9 de abril en Chuao, pudimos ver por la televisión cómo las hordas fascistas de la derecha acabaron un camión de sonido y agredían en turba a un par de camaradas. Aquello nos convocó a muchos al apoyo de ellos, y en varios carros nos dirigimos al lugar. Al llegar nos dispersaron los cuerpos policiales que estaban bajo control de la derecha. Sacamos a los compañeros del peligro inmediato, pero intentaron agredirnos físicamente cuando notaron la desproporción numérica, y la casualidad jugó a nuestro favor. Eleazar reconoció a Henry Vivas, un Comisario de la PM, viejo amigo de su madre -de eso nos enteramos luego-, quien ordenó un piquete policial, que por cierto retrocedía junto a nosotros, hasta que, ya fuera del área de peligro inmediato, tomamos la avenida Río de Janeiro, vía Petare, hasta que, producto de la persecución de varios motorizados, tomamos el Guaire”.
El 11, “luego de convocar a la militancia a Miraflores, inició la locura: Los disparos desde los edificios y por parte de las bandas del fascismo y la Policía Metropolitana, apostados en la Baralt y alrededores. Intenté salvar la vida del viejo Erasmo -luego supe su nombre-, quien, cual Quijote, en nuestra defensa, lanzaba cohetones en la baranda de puente Llaguno. Al manifestar la idea de intentar salvarlo, los compañeros me agarraban intentando protegerme. Yo solo pensaba salvar a este viejo camarada. Me acerqué rampando y vino el tiro mortal de un francotirador. No había manera de salvarlo, pero lo llevaron a una ambulancia apostada en el Palacio Blanco. Mi gesto fue una locura, sin dudas. Pude ser yo”, prosigue.
William Gudiño remarca que “las revoluciones la hacen los pueblos organizados, conscientes y movilizados. Esos días, una vez más, nuestro pueblo demostró de qué está hecho. Que la sangre que circula por nuestras venas es de patriotas”, remata.