Por: Numa Molina
Una de las peores crisis que le pueden sobrevenir a unpueblo se da cuando sus miembros pierden la compasión y el asombro ante elproblema del hermano, el otro, la otra deja de ser su hermano, ya no le duele,fraternidad en crisis. Eso lo estamos percibiendo en este momento en Venezuela.
Y no llegó esta virosis social con la guerra económica, nicon el bloqueo, sino que estaba antes ya presente. La codicia por tener muchosbienes innecesarios y el individualismo generado por la filosofía de mercadollenan la psique humana de deseos parásitos que se convierten en caldo decultivo para que aflore la indeseada cultura de la *indolencia* No me duelenlos problemas sociales, pero tampoco me duele es desmantelamiento de lasinstituciones que están para resolver esos problemas sociales.
El Presidente Nicolás Maduro la resaltó durante su discursode juramentación ante el Tribunal Supremo de Justicia como una de las lacrassociales a eliminar.
El tema se mantuvo unos tres días en los medios y luego lodesaparecieron. No se le mencionó más.
La indolencia en locotidiano
Con certeza puedo afirmar que no hay un solo día en que nome encuentre en las calles o en las instituciones públicas y privadas con uncaso de *indolencia* Hace días una madre desesperada en Mérida me entregó unadolorosa carta en la que me narra cómo le robaron su bebé de horas de nacido el4 de julio pasado en el Instituto Autónomo Hospital Universitario de Los Andes(IAHULA), y hasta hoy nadie se siente tocado por el dolor de una madrecampesina, huérfana de justicia.
Según ella solo el CICPC acudió y privó de libertad a lossospechosos mientras que después de unos días una juez indolente los dejólibres. Indolencia solo indolencia, cuando ni el director del IAHULA, ni elFiscal Superior de Mérida, ni el Delegado por la Defensoria del Pueblo en elestado han tenido la más mínima sensibilidad para reaccionar ante el dolor deuna familia que cada semana baja de la montaña a llorar la memoria de GAELISAAC, su recién nacido.
En esa misma línea reflexiva encuentro funcionarios medios oaltos en el gobierno que no cumplen con su tarea encomendada en favor delpueblo por indolentes que son. Concha dura los llamo yo, gente sin afectos paraquienes la miseria del otro ni les roza la piel.
Indolente es igualmente la empresa privada que usa losalimentos como arma de guerra para acorralar a un pueblo. Pero indolente estambién aquel funcionario de salud que desmantela los anaqueles de la farmaciade su hospital para llevárse los medicamentos a su clínica privada o paravenderlos en el mercado sucio. Indolencia pecaminosa hay en aquel o aquella quese dice cristiano y no le importa el sufrimiento del otro, pasa de largo comoel sacerdote y el levita en la parábola del Buen Samaritano. Indolente quiengenera burocracia para complicarle la vida a la gente. Indolentes somos cuandola mediocridad y la pereza nos ganan la pelea y terminamos haciendo cosas amedias, servicios a medias y caridades a medias.
No podemos permitir que avance esta cultura indolentegeneradora de tedio y de muerte.
Por ejemplo ¿Cuándo El Fiscal Superior de Mérida CamiloBastos y el Defensor del Pueblo José Luis Colmenares, que deberían ser maestrosen sensibilidad, dejarán que un instante de cordura cristiana toque su corazóny se decidan escuchar a la familia campesina de Gael Isaac, recién nacido queno alcanzó a disfrutar del calor insustituible de su mamá?
Gabriela, la mamá del carajito dice "por las tardes cuandomi lactancia empieza a salir se que es la voz de mi pequeño" es que ¿acaso estátragedia familiar todavía no le dice nada a unos seres humanos que tienen lamisión de administrar la justicia?
Indolencia, sólo indolencia encuentro por todas partes,razón tiene el presidente Maduro al mencionarla como lacra social. Pero lamediática lo calla y los organismos lo callan y empresas Polar lo calla ycallan aquellos ministros mediocres que no viven para el pueblo que los eligióy callan aquellos ministros del altarque, por llegar temprano al templo, dejan al herido en la cuneta justificandosu indolencia con un culto. Callan todos, pareciera que es mala costumbremencionar la soga en la casa del ahorcado dice un refrán popular.
Seguiré denunciando la indolencia donde quiera que laencuentre porque hace demasiado daño. Es mentira que con indolentes se podráhacer revolución. Lo más lejos que está de un corazón revolucionario es lainsensibilidad ante el sufrimiento de la gente. No dejes que termine el día sinhaberte examinado cómo están tus niveles de sensibilidad y su grado decompromiso en favor de los que más sufren. Ánimo, en lugar de la indolenciacoloquemos el amor y la pasión por hacerlas cosas bien.
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