Ya no son como nos los describían en los cuentos infantiles o personificaban en películas en el cine o la televisión. No portan sombreros de picos laterales, ni parchos en el ojo, ni loros sobre el hombro y mucho menos andan con espadas al cinto, ni mapas con pistas sobre la ubicación de presuntos tesoros enterrados. Sus banderas ya no son negras con calaveras dibujadas.
No por casualidad, uno de los más sanguinarios y tenebrosos de la historia, que azotó los mares a finales de los años 1.500, Francis Drake, saqueador y genocida, fue designado Caballero, por la Reina Isabel I, antecesora de la actual monarca inglesa, y culminó su terrorífica existencia con el título de Sir.
El fulano Reino Unido ya no es sino un decrépito remedo de aquellas épocas en las cuales era imperio. Ahora Inglaterra cumple el lastimoso rol de esclava de un país que hasta hace poco más de dos siglos, tenía bajo su bota, en esa anquilosada concepción monárquica con la cual todavía pretenden sostenerse, ya en un mundo en el cual los pueblos avanzan hacia su definitiva liberación de yugos imperiales, inevitablemente.
En ese papel miserable, siguiendo órdenes de sus antiguos esclavos y ahora amos –vaya vueltas de la historia-, han insistido en utilizar anacrónicos argumentos leguleyos, pasándose por el que te conté buena parte del Derecho Internacional, ejecutando un acto de piratería moderna –sin asaltar ni quemar barcos, como en otrora-, para apoderarse vilmente de las reservas internacionales del oro venezolano, depositados en un banco londinense.
Todo forma parte, como ya se sabe, de la fracasada conjura montada por los genocidas de Washington hace tres años, intentando colocar a uno de sus peleles en la Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela, irrespetando la voluntad de la gran mayoría de nuestro pueblo. Nada nuevo.
La farsa del supuesto “presidente interino”, un imbécil autojuramentado en una plaza pública, se fue desmontando poco a poco, en un hábil manejo de la situación por nuestro legítimo jefe de Estado, Nicolás Maduro Moros, con el firme respaldo de este pueblo heroico. De los supuestos 50 países que “reconocían” al títere, ya no quedan ni la mitad. Sin embargo, desde la depauperada Pérfida Albión insisten en mantener el saqueo de nuestras reservas ordenado por sus amos imperiales.
Se trata de la misma lucha ancestral, la de opresores contra oprimidos, explotadores frente a explotados. Pero, como ya apuntamos, estos piratas modernos, esclavos ahora de sus antiguos esclavos, siguen sin entender que los imperios son insostenibles en un mundo multipolar como el de ahora, radicalmente distinto, y el estadounidense, como antes el de la propia Inglaterra, va en inevitable declive. Cercano está el tiempo para el final de sus despojos.