Jimmy López Morillo
El cinismo imperial no tiene límites, la historia está plagada de innumerables ejemplos, por ello no debería extrañar que con marcado caradurismo, el supuesto presidente de Estados Unidos –ya sabemos que otros mandan desde las sombras-, Joe Biden, calificara de “asesino” al primer Mandatario de la Federación Rusa, Vladímir Putin.
Quien está al frente de la nación más genocida de la humanidad, necesario es subrayarlo, tiene las manos manchadas con la sangre de millones de inocentes, como vicepresidente del gobierno de Barack Obama, un verdadero asesino, ese sí, bombardeando indiscriminadamente distintas naciones.
Lo dicho por el presunto presidente estadounidense, forma parte de la campaña desatada en contra de un país que ha hecho uso de su legítimo derecho a la defensa con sus operaciones militares especiales en Ucrania, dejando al desnudo, por cierto, cómo este país está siendo utilizado como laboratorio de guerra bioquímica por el Pentágono.
La respuesta ha sido una cacería de brujas alcanzando incluso la cultura y el deporte, para poner en evidencia las no tan desconocidas facetas del fascismo de estos tiempos.
Ni los alemanes en la era de Hitler y años posteriores, fueron víctimas de persecuciones, de tanta discriminación como los rusos por parte de quienes tomando como excusa a Ucrania, se postran ante las órdenes de sus amos imperiales.
La ferocidad se ha expresado en distintos frentes, prácticamente intentando borrar de la faz de la tierra todo lo que huela a ruso, incluyendo las maravillosas manifestaciones de su cultura, que forman parte del patrimonio de la humanidad.
Entre otras cosas, también se han acentuado los ataques en contra de las y los atletas de este país, los cuales de hecho ya venían ocurriendo desde hace años, impidiéndoles su participación en la mayoría de las competencias internacionales, mientras algunos son vilmente chantajeados para que no se pronuncien a favor de su patria, salvo riesgo de execrarlos de importantes torneos como el de Wimbledon, tal el caso del tenista número uno del mundo, Daniil Medvedev.
Además, las grandes corporaciones mediáticas, incluyendo las que controlan las poderosas redes digitales, han censurado los contenidos que se inclinen a favor de la nación euroasiática, mientras se han multiplicado las infaltables “sanciones”.
Pero bien lo dijo el presidente Putin: Rusia saldrá fortalecida de esta coyuntura histórica. Incluso, tomando las palabras de su magistral discurso de hace poco más de una semana, seguramente la humanidad experimentará el huracán de nuevos y positivos cambios especialmente en el plano económico.
Esas no tan nuevas expresiones del fascismo, van a generar un efecto beneficioso a mediano o largo plazo para el mundo entero, en el cual se entenderá que otras naciones pueden ser víctimas de cuanto hoy le ocurre a Rusia –y desde hace años a Venezuela, por cierto-, por lo cual se hace imprescindible ir deslastrándose de todo lo representado por el genocida imperio estadounidense.